jueves, 14 de febrero de 2013

En abril aguas mil, pero en enero y febrero te mojas entero


Hace cosa de 2 meses lo pantanos se vaciaban,

-¡Ojalá lloviera!-Se comentaba por ahí.
-¡Anda, y yo!- Contestaba mientras tanto un invidente…

El caso es que a base de tentar al “Capitan Trueno”, que digo yo que será el dios de la lluvia, y sino cerca andará… comenzó a llover. Lluvia que se recibió con gran regocijo… los primeros días.

Fueron tantas y tan masivas esas  peticiones, que el dios de la lluvia liberó su enojo descargando sobre nosotros lluvias continuas y torrenciales, con la malvada intención de que durara 40 días y 40 noches, igualito que aquel famoso ayuno en el desierto de allá de los primeros años de nuestro calendario.

Es tanta la lluvia caida, que los pantanos, antes a punto de secarse, tienen ya que abrir las compuertas de sus presas para desalojar el agua que está ya a punto de desbordar. Pero eso no es todo: Árboles caídos, desprendimientos de carreteras, jubilados sin poder salir a ver obras…  incluso una casa hundida hasta el primer piso, hemos podido ver en los medios de comunicación.

Es sobrecogedor. Entra miedo. Sobre todo cuando ves que incluso el Papa decide abdicar, al verse incapaz de obrar para detener este torrente de lluvia...bueno, o eso, o que está muy mayor el hombre… que ya se le va notando… sobre todo desde que cambió el clásico puente del río del Belén, por un “tablao” flamenco para que los reyes magos de Andalucía lo crucen, y así, adorar al niño cantándole por bulerías…

Si amigos, miedo. No tanto como el de una familia amenazada al desahucio por el mismo banco que fue rescatado con el dinero del propio  desahuciado, pero miedo. Y es precisamente ese temor, acompañado, como no, por mi locura transitoria, la que empujó a que me planteara incluso fabricarme un arca como lo hicieran Noé y su mujer Noelia y meter en ella a una pareja animal de cada especie, salvo de cucarachas, que me dan mucho asco. Sin embargo, no pasaron más de 5 minutos hasta que me diera cuenta de que transportar y clavar maderas cansa mucho, y produce dolor de riñones, así que… efectivamente: cambié la construcción de ese arca por meter las manos en los bolsillos y asomarme al patio como el que ve llover (y nunca mejor dicho). Y en esas estamos ahora, esperando a que algún día pase este temporal y pueda saciar mi angustia y excitación metiéndole mano a … eyyyy, mal pensados, meter mano a los arbolitos, que hay mucho trabajo pendiente y muchas ganas por empezar.

Mientras tanto puedo enseñaros alguno que no tengo intención de tocar.

Por una parte esta este arce buergeriano, nacido desde semilla y que pretendo enraizar en roca.



Parece que la idea no fue muy de su agrado y el crecimiento ha sido bastante pobre. Este año ni cortar, ni trasplantar, ni apenas mirarlo, no vaya a asustarse… a ver si esta temporada crece con la fuerza que la especie merece.

Evidentemente no puedo saber que puede estar pasando en las raíces con relación al enraizado en la piedra, pero viendo el escaso desarrollo aéreo, presumiblemente no andará muy sobrado de raiz…


Por otro lado, está también este otro arce de semilla, que comenzamos su historia en este artículo sobre empezar a hacer un bonsái de semilla.



Tenía intención de trasplantarlo anualmente para ir arreglando sus raíces, pero como sucediera con el buergeriano de antes, la temporada pasada, aunque no débil, tampoco le he visto un crecimiento muy espléndido, así que le dejaremos reposar un añito mas. De esta manera  recobrará la fuerza suficiente y aguantará sin problemas el estrés que pueda ocasionarle el trasplante.

Paradójicamente, ha hinchado las yemas y empiezan a asomar la punta de alguna hoja, como si el mal tiempo no fuera con él…



-¡Es mi momento de brotar, y broto!- dice el muy cabezón, que para lo finito que es, es mas bruto que un carro de melones.

Así que, haciendo caso omiso a mis recomendaciones se va a poner a brotar de un momento a otro. Dados mis antecedentes, no debe fiarse mucho de mí…

Con lo cual, solo me queda esperar a que deje de llover y hacer frío, que después de estos 32 dias seguidos sin parar de llover, no he tenido ni un minuto para dedicar a los arbolitos. Llover y llover..! ¡No puede ser peor!

-¿Qué no puede ser peor?-refunfuña un amigo lector desde Navarra- Yo para saber que día hace tengo que asomarme en el altillo de mi casa. ¡La nieve ha cubierto los dos primeros pisos!

Ejem, pues sí que podía ser peor… al fin y al cabo, nunca llueve a gusto de todos!

Sed empapadamente buenos


ITXE